viernes, 28 de septiembre de 2007

A ti que me matas

Si no te encuentro sufro tu ausencia
mi carácter se torna torvo y desabrido,
pierdo mi dignidad, por ti suplico y pido,
cual un mendigo loco, tu dañina presencia.
Mis labios te sueñan, mi alma reverencia,
de tu boca el tacto, en mi corazón latido,
de tu esencia el sabor divino del fluido
que a mi espíritu cautivó con rara ciencia.
Arde mi impaciencia cuando abro tu vestido,
te enciendo con mis dedos y te doy muerte
con mis labios; tu cuerpo a brasas reducido,
paréceme que se consume y el consumido
soy yo que pierdo el aire de tanto tenerte.
Mal vicio el humo tuyo, cigarro querido.

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