Bajo la estrella dorada
que nos regala el día
con la vista en el inmenso
azul, el mar y el cielo
cosidos por el horizonte,
me hundo en las finas arenas de Zahara.
El Poniente fresco despeina
mis cuatro pelos y trae
el aroma de ultramar,
mueve los pantagruélicos
molinos de blanco artificial,
excita las olas y sacude los verdores.
No puedo imaginarme
más dicha que la de este
momento mágico al lado
de mi bella y dulce amada,
protegidos por una barca
que espera a su pescador en la playa;
yo escribiendo este poema,
ella semidesnuda, tumbada.
1 comentario:
FELICIDAD.TE ECHO DE MENOS WERTHER.
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