miércoles, 2 de abril de 2008

Zahara

Bajo la estrella dorada
que nos regala el día
con la vista en el inmenso
azul, el mar y el cielo
cosidos por el horizonte,
me hundo en las finas arenas de Zahara.

El Poniente fresco despeina
mis cuatro pelos y trae
el aroma de ultramar,
mueve los pantagruélicos
molinos de blanco artificial,
excita las olas y sacude los verdores.

No puedo imaginarme
más dicha que la de este
momento mágico al lado
de mi bella y dulce amada,
protegidos por una barca
que espera a su pescador en la playa;
yo escribiendo este poema,
ella semidesnuda, tumbada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

FELICIDAD.TE ECHO DE MENOS WERTHER.